miércoles, 16 de mayo de 2012

A BAJAR UN CAMBIO


                         
Por Esteban Jardín

En el ejercicio de la función pública todas las horas son de máxima responsabilidad. Esa obligación recae en los ciudadanos electos y en los funcionarios designados por aquellos, sin excepciones y siempre.
Pero hay momentos en la vida del país en que ese deber obliga también a la oposición y a la sociedad en su conjunto a compartir la responsabilidad, con y permanente actitud reflexiva.
En síntesis: más responsabilidad y mayor entrega al trabajo, con menos palabras.
Ese es, a nuestro juicio, el camino a encarar tras esta escalada delictiva incontenible y que suma, hora a hora, nuevas víctimas que encuentran la muerte mientras trabajan, unos protegiendo a la sociedad y otros desarrollando sus oficios o vocaciones, pero siempre en el marco de la honradez y la dignidad.
En cambio, lo que se dice o se escribe sin fundamento alguno, apunta directamente a lo contrario: ahondar en la rispidez que exhibe la sociedad, que comienza a crisparse con razón y con un riesgoso errático rumbo, como se vio en la noche del lunes en la Plaza Independencia.
La convocatoria fue a través de las redes sociales y bajo el compromiso que se invitaba a participar sin banderas partidarias. Así fue y al llamado centenares de personas, el número no hace a la cosa, se reunieron espontáneamente y exteriorizaron lo que sentían: indignación, indefensión, hartazgo ante la inoperancia y un incipiente rechazo a la clase política, que precisamente estaba allí entre la muchedumbre, con dirigentes de diferentes sectores partidarios y sociales, sin reivindicar presencia, salvo la que requería la prensa.
El detonador fueron los últimos alevosos asesinatos: del trabajador de La Pasiva, del policía que llegaba a su casa en Cerro Norte, de un ex cronista policial, del guardia de seguridad de un supermercado…
En el espíritu de los asistentes estaba también presente las destrucciones de los lugares de reclusión, los funcionarios corruptos en cárceles, en juzgados y donde cuadre y a cualquier nivel, las fugas del INAU y la injusticia asistencial del gobierno y lo que se quiera asociar.
Todo eso sobrevolaba y también había temor en algunos asistentes ante alguna provocación o algún desborde de quienes ocuparon la vanguardia de la concentración. Se advertía --en la mayoría- la inexperiencia en este tipo de movilizaciones y los cánticos evidenciaron la improvisación al intercalarse los reclamos con las estrofas del Himno Patrio.
La concentración estuvo precedida por desacertados comentarios del presidente Mujica y de su esposa, la senadora Topolansky. Esta, responsabilizó de la ola de violencia a la pasta base que se introdujo al país con el gobierno de Jorge Batlle.
Si fuera así, tiempo hubo para eliminarla, pero siempre es más fácil responsabilizar a terceros que a hacer autocrítica.
Entretanto, Mujica al retirarse el mismo lunes de una conferencia de prensa que convocó para referirse a la situación de la Armada, deslizó ante cronistas el desacertado “chusmeteo” de que la rapiña a La Pasiva de La Blanqueada no habría sido tal. Algunos medios dijeron entonces que se trataría de “un ajuste de cuentas”.
Ningún crimen impune merece ese sórdido comentario, pero éste del trabajador gastronómico menos que ninguno. Esa ha sido una alfombra que tapa cualquier polvo y que comenzó a utilizarse -cada vez con más frecuencia- cuando no se sabe o no se quiere investigar.
A todo esto el ministro Bonomi, horas después de la concentración donde se le calificó de “inepto” y de ser “el culpable de esto”, cuestionó la legitimidad de la movilización y se puso el sayo del cántico que reclamaba “que se vayan”, diciendo que el presidente era quien podía decirle que se fuera. En la realidad también la conciencia dice -a veces- “esta camiseta me queda grande”.


Señores, ¡bajen un cambio, llámense a silencio, pónganse a trabajar, respeten los derechos ajenos y asuman la responsabilidad que les impone el momento: ejerzan autoridad y hagan algo, pero por favor hagan algo que no sea hablar y lanzar “bolazos”.
Todo parece indicar que estamos en el punto de inflexión en el que “el viento a favor y la bajadita” ya no acompañan la gestión del gobierno frenteamplista.

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