lunes, 7 de mayo de 2012

¡PORQUÉ NO SE CALLAN!


De Esteban Jardín

La senadora Lucía Topolansky, convertida ahora en portavoz del gobierno además de ser la esposa del primer mandatario y la primera senadora del Frente Amplio, devino en los últimos tiempos -por sus comentarios-  en una máquina de largar “bolazos”, según califica el propio Mujica a los diretes que carecen de fundamento y generan inquietud en la ciudadanía.
En este caso, ¿Son bolazos o es la exteriorización de su autoritarismo?
El propio Julio Marenales, en declaraciones al diario Ultimas Noticias, desechó una eventual candidatura presidencial de Topolansky  y se inclinó por Astori, que según dijo, es quien gobierna en la actualidad, como si la función de gobernar se limitara a vigilar el cobro de tributos y pagar el presupuesto.
El histórico Tupa reveló su postura antes que la “primera dama” le dijera a la agencia noticiosa argentina TÉLAM que quería unas FFAA “fieles al proyecto político” del Frente Amplio. Nadie como Marenales y como el propio ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, saben los puntos que calza la vieja compañera de la guerrilla que atentó contra el sistema democrático uruguayo.
Y precisamente la institución Ministerio de Defensa, a instancia de los mandos de las FFAA, le marcó la cancha a la locuaz legisladora.
De inmediato también el sistema político se erizó por lo que pretende el MPP de las FFAA y  -tras ello- el debate político se instaló en el Parlamento,  ámbito natural de discusión en una democracia, que parece estar jaqueada por los fracasados golpistas, derrotados hace 40 años por quienes defendieron las instituciones.
Corresponde también involucrar aquí al MPP, sector mayoritario del Frente Amplio, hasta que la dirección de ese grupo no salga a fijar una posición contraria a estos temerarios dichos.
¿En qué momento coyuntural cae este pronunciamiento de la portavoz del gobierno?
Precisamente Topolansky lo hace cuando el Poder Ejecutivo se ve embretado -después de 15 meses de inoperancia- a reglamentar la Ley 18717, que habilita a los militares a controlar las cárceles, sumidas estas en la peor crisis por falta de responsabilidad de mando.
Cada jerarca policial implicado en el sistema salió con su  propio “bolazo”, llegando alguno a declarar que eran militares quienes arrojaban drogas a través de los alambrados perimetrales de las cárceles  y botellas con alcohol.
Corresponde hacer un paréntesis para preguntarle públicamente  al ministro del Interior, en qué juzgado están radicadas esas denuncias, y si no se hizo, por qué lo permitió.
A todo esto lo único que le preocupa al titular de la cartera es aclarar a diestra y siniestra  que “tiene todo el respaldo del presidente Mujica”.
Éste, en su semanal parodia radial en la que acumula diatribas propias de un filósofo de estaño de los años 40, anuncia que está reglamentando lo que él mismo, una semana atrás, se responsabilizó de no mandar a hacerlo por 15 meses. 
Mientras la  máquina de “bolazos” marcha en su máxima productividad, día a día aparecen por arte de magia y según lo dijo el propio Comisionado Parlamentario,  más “cortes carcelarios” y armas de fuego de cualquier calibre.
Ante este panorama, donde con claridad se puede ver la sorda guerra desatada por quién “controla” al narcotráfico que opera en el país y por ende en las cárceles, Mujica quiere convencer a la ciudadanía que la inmensa mayoría de los que están presos lo están por “chotos”.
Eso no lo cree ni él mismo.
A la hora de responderle a Mujica con una frase digna de un comentario de este tenor, cada uno íntimamente debe auto limitarse, por el respeto que a todo el país le debe merecer esa institución que se llama Presidencia de la República, ocupe quien ocupe su titularidad.
Lo único que cabe entonces es aplicar la sentencia que le dedicó al presidente de Venezuela el rey de España : ¡por qué no se calla! -y agregamos-  ¡hace callar a quienes le rodean!.
Todos los involucrados, que cobran su salario a costillas del pueblo, lo deben hacer por trabajar y no por abrir la boca.
Esteban Jardín

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