martes, 26 de febrero de 2013

ENTRE LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA



 Los Partidos Políticos se construyen en torno a ideas, que tratan de llevar adelante en la realidad buscando ese ideal que es razón última de su existencia.
 Esa idea es la primera y sin ella las demás no se conciben.
 Asi el Partido Nacional tiene a la libertad como su razón primaria, como lo expresa el primer documento de la Agrupación Compañeros: “Para el Partido Nacional, en tanto partido liberal, la libertad es el valor supremo: libertad de las personas, libertades políticas, libertad económica. No es concebible una libertad coja o parcial”.
Esta idea se antepone a las de Igualdad y a la de Justicia. ¿Qué sentido tiene ser iguales si no somos libres?. O ¿qué importa que la sociedad sea justa si no es libre? y sí es totalitaria.
Y allí radica nuestra diferencia fundamental con los partidos que componen el Frente Amplio y no proceden del pensamiento democrático. Para ellos la búsqueda de la Igualdad justifica la pérdida de algunas libertades. Esta diferencia que parece tan teórica, tan etérea, tan alejada de la realidad, es la que nos permite mirar lo que realmente está en juego ante el ataque a la Suprema Corte de Justicia por parte de la izquierda.
El tema de los derechos humanos (DDHH)  hace ya más de 30 años que está en discusión entre nosotros, según hacen parecer algunos frentistas, quien no suscriba la posición más dura se transforma en un defensor del terrorismo de Estado, en un cómplice de las violaciones de los DDHH y sobre todo en una persona detestable, pero lamentablemente mucho de esto huele más a venganza que a justicia.
Para los nacionalistas las garantías de las libertades individuales están cuestionadas y cuando eso sucede no acudimos en defensa de militares golpistas, acudimos en defensa de nosotros mismos, pues esas garantías son las que protegen los derechos de todos, los míos y los de mi prójimo y ante la turba que se alza clamando por supuestas injusticias nosotros vemos un intento para destruir las garantías constitucionales y acudimos como siempre lo hemos hecho, en forma casi instintiva, como la primera vez y como siempre a ser los Defensores de las Leyes.
La Constitución es pues nuestro escudo y no un pedazo de papel. Sabemos lo que es vivir anhelando su plena vigencia y como su menosprecio es abrir la puerta al totalitarismo que sufrimos todos.

Por ello, ante el cacareo cacofónico llamando a atropellar al Poder Judicial, vuelven a nuestros oídos aquellas palabras de Wilson el día del golpe de Estado de 1973, lanzando con confianza el nombre del Partido Nacional, entonces para vengar, hoy para defender, como siempre nuestra República y su Constitución.


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