domingo, 22 de abril de 2012


Transcurrieron 21 años de la partida de Martín Sturla. La Agrupación Compañeros del Partido Nacional quiere, en este 22 de abril, rendirle homenaje recogiendo algunas sentidas expresiones de quienes les acompañamos en su fugaz carrera política y en particular aquella inolvidable gesta de la Lista 31 del año 1989.
Ayer, hoy y siempre Martín seguirá en nuestros corazones y al frente de nuestra columna.

Héctor Martín Sturla Berhouet (Montevideo, 13 de junio de 1953 - 22 de abril de 1991), abogado y político uruguayo perteneciente al Partido Nacional.


De Esteban Jardín



El 22 de Abril se cumple un año más del fallecimiento del Dr. Héctor Martín Sturla.
Legislador de destaque y excelente presidente de la Cámara de Representantes en el primer año del exitoso Gobierno del Partido Nacional, fue una pluma formidable y un exquisito legislador en el más amplio sentido del término. Redactor e impulsor de leyes con sentido y aplicación real, más allá de su formación como hombre de derecho y específicamente en el área del Derecho Comercial, mereció el reconocimiento de sus correligionarios y adversarios políticos. Como testimonio en la vida del país quedó la redacción de La Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que le encargó el propio Wilson Ferreira Aldunate.
Pero hoy es al otro Martín al que queremos evocar. Han pasado más de 22 años de la elección de 1989, en que irrumpió con su Agrupación Acción Popular Lista 31 y fue en esta instancia que tuve la oportunidad de conocerlo con mayor cercanía.
Los resultados de una exitosa campaña electoral fueron el tributo al trabajo y la capacidad demostrada, que apenas fueron destellos de todo lo que prometía.
Este joven abogado que ejercía su profesión en el sector privado (bancario), se integró a la comisión que convocó -allá que por la década del 80 el Dr. Oliú- con el propósito de estudiar la defensa de la Constitución, que se preveía iba a ser atacada con un intento de reforma, como es característica de todo poder totalitario. Esa comisión, de tanta responsabilidad, fue integrada entre otros por el mismo Dr. Gonzalo Aguirre (vicepresidente electo en 89) y el mismo Dr. Lacalle. Fue en ese ámbito donde fundó una amistad con Martín.
Sturla fue electo diputado en 1984 por Montevideo, y reelecto en 1989 con la lista 31, asumiendo la presidencia de la Cámara de Representantes en el primer año de Gobierno del Partido Nacional.
Es en esta Lista 31, Acción Popular, donde se generó un grupo político  capaz de amalgamar la esencia de esta actividad tan apasionada y comprometida.
Él fue capaz de amalgamar lo popular con la academia; el compromiso y la esperanza; el respeto por la dirigencia y la militancia, con un proyecto de país.
Fue el  artífice de una cadena donde cada eslabón tenía el sentido de pertenencia y no dejaba espacio sin ocupar dentro del Departamento de Montevideo.
El lema para la contienda del 89, del “mejor equipo de Lacalle”, fue en la jerga  herrerista esa “mezcla” entre el que padecía las mayores dificultades y el que la vida le daba las herramientas para poder enfrentarlas; entre el que había estudiado y el autodidacta de la vida real, contextualizando la solución con el compromiso de trabajo en equipo.

Nos enseño a estar cerca del prójimo; nos contagió a todos con ese espíritu y fue un sano contagio que avanzó de compañero a compañero y -al extenderse como una ola de esperanza- desembocó en la victoria del Partido.
Él generó este  proyecto político que aun está más vigente pese al paso del tiempo. Se multiplicó y se diseminó por todo el Partido Nacional, en distintas listas y sectores, por lo que no resulta difícil encontrar figuras que se han destacado en la actuación pública y que no hayan pertenecido a la lista 31
 Martín tuvo la amplitud de hacer participar en su proyecto político a las más diversas visiones partidarias, haciendo convivir en el Herrerismo, a los Porlapatristas, los Blancos independientes de la ex Lista 400, los ex 51. Fue capaz de combinar en el Partido Nacional las distintas tendencias, con el objetivo de dotar de una herramienta eficaz  para emprender las soluciones impostergables que los tiempos requerían.
Esta figura avasallante, llena de virtudes, conformó su movimiento de la forma más sencilla y  tradicional. Recorrió, visitó y puso oído, pisando ahí donde están  las circunstancias del que las padece, inaugurando clubes baluartes y cantones, toda una categorización.
Vaya también aquí un grato recuerdo para Luisito Carneiro y en él al más sencillo de los militantes, cuando hubo que acondicionar la casona de 18 y Magallanes (arriba de la Fiaca) que fue la Sede Central de la Lista 31.
Todo se hacía con esfuerzo, trabajo y desprendimiento. Los muebles eran los que aportaban los dirigentes; las rifas entre correligionarios eran el tesoro de la actividad diaria. Al principio nadie daba dos vintenes por aquello. Los viernes de noche le llamábamos “las misas” y no  eran otra cosa que la puesta a punto de la semana. La sala  se llenaba y desbordaba en el encuentro de la gran familia que se había conformado con la participación de un sinnúmero de oradores, y de la propia asamblea, con la emotiva entonación del Himno Nacional, la Marcha de Tres Árboles y las alocuciones más variadas.
Todos los sábados participábamos en la reunión de coordinación, frente a  un gran mapa de Montevideo, con la división de seccionales, donde cada uno se mostraba respetuoso de su zona y con un solidario desprendimiento para con el compañero. Todos teníamos algo para aportar y la consigna era sacudir la capital como forma de asegurar el triunfo del Partido,  tan obligatorio y convocante como hoy en día.
 Así lo inculcaba Martín. “Sí” trabajar en la Sede,  “pero más en las seccionales”, que eran 22 y que a la vez se subdividían en tantas como fuera necesario. Era tan importante el militante, que desarrollaba la tarea más elementa, como el coordinador principal. Había espacio para todos y no había tiempo de aburrirse. La sana competencia que nos llevaba a dar el mayor esfuerzo porque el objetivo era ineludible: teníamos que ganar.
Comité de Damas, Veteranos, Juventud,  Electoral, Prensa, todo funcionaba en la más clara exposición de trabajo en equipo, en todo estaba presente el sentido de solidaridad y el compromiso, y sobre todo el “se puede”. No había limitantes y  la oportunidad estaba al alcance de la mano, ya  que solo dependía de nosotros y nosotros éramos individualmente cada uno.
Ante la demanda de algún militante, en cada recorrida se repetía: “corto en la promesa para ser largo en el cumplimiento”. Incansable en las recorridas, dispuesto a despejar las dudas en los lugares  recónditos y en las circunstancias más imprevisibles; capaz de atender y hacer atender las solicitadas en forma inmediata. Pasábamos de Carrasco al Cerro, con la misma prontitud que se  sentaba en un cajón de verduras  o participaba de una reunión en un cantegril, tomando mate con el caudillo del lugar. Así redactaba un proyecto de ley sustancial para la discusión del momento en el país, como establecía contacto con algún  ministro o atendía una consulta del mismo Lacalle.
Cuántas expectativas se derrumbaron con su desaparición física. Con el paso del tiempo se hace más grande su figura y hasta hoy –pasadas dos décadas- se sigue escuchando: “era el candidato”. Todos conocen lo que pasó después  del 89. Vino un gran gobierno nacionalista, pero todos somos contestes que nos faltó candidato para 1994. La muerte de Sturla fue para el período 1990-1995 una pérdida irreparable, aun mas cuando la sucedió la del senador Esc. Dardo  Ortiz. Cuántas cosas se hubieran evitado, pero sin duda el balance fue positivo.
Es ejemplo permanente para quienes nacimos a la actividad política junto a una cantidad imposible de enumerar de compañeros; una marca registrada que nos dice que no hay imposibles y que nos acompaña todos los días; un “santo y seña” entre una hermandad de correligionarios que sostiene la convicción de esas enseñanzas; que mantiene intacta la esperanza, el sueño y las ganas como el primer día.
Para Martín, para su familia, para sus amigos correligionarios y sus militantes, permitan apelar a la cita que su vida ha sido como la semilla de trigo, que en el surco debe dejar de existir para convertirse en planta y trigo,  que es harina de buen pan, para que puedan compartirlo todos los compañeros.-
Esteban Jardín



De Uruguay Graña

Conocí a Martin casi con la fundación de la querida lista 31 en Montevideo. Éramos pocos, pero se respiraba un aire que contagiaba dinamismo y sobre todo esperanza para un país que necesitaba un cambio. Subí las escaleras, en la vieja sede de 18 de julio y Magallanes, para conocer a alguien que sin duda ya estaba escalones más arriba que cualquiera de nosotros.
Su presencia cautivaba, su mirada trasmitía tranquilidad de espíritu y su físico derrochaba energía en todo momento. Una mente prodigiosa que emanaba ideas una detrás de la otra. Su capacidad de trabajo en largas horas desarrolladas era imposible de ser emulada. Todo indicaba que Martín era un ser especial, que había descubierto esa profunda vocación de servidor , de servidor de la patria, eso que largamente en nuestro querido Partido Nacional nuestros viejos nos repitieron e inculcaron. Luego vino una fuerte campaña electoral en 1989; una puja digna de cualquier gladiador y vaya si él tenía armas para la contienda. Un pensamiento futurista del Uruguay y una dialéctica envidiada por cualquiera de sus adversarios si es que los tuvo. Incisivo, audaz, enérgico, y por sobre todo amigo de sus amigos. Yo lo veía con mi perspectiva de gente del interior y admiraba como hasta ahora su inagotable temple y su cariño demostrado con toda su gente. En esas elecciones Martin Sturla llega a ser Diputado y líder de la lista más votada. Tres Diputados se obtuvieron y es nombrado Presidente de la Cámara de Representantes. En su espalda ancha descansaba la responsabilidad de ser un líder con un respaldo popular indiscutible, logrado con esfuerzo y aplicación al trabajo político, pero también por ese carisma tan especial que tenía. Siempre digo que gastó sus 37 años de forma avasallante  y también que marcó a fuego a muchos de los que hoy tratamos humildemente de ser servidores públicos. Su pluma pacificó al país y lo catapultó hacia la convivencia pacifica que necesitábamos los uruguayos en aquel momento.
Pero llegó el momento, ese al cual ninguno puede escapar, como cristiano puedo decir que le llegó su Pascua, su pasaje a ese lugar anhelado con esperanza.
Imposible olvidar el momento en el que me dan la noticia. Bajaba por  un ascensor y al llegar a la planta baja me da la noticia otra persona más que lo había acompañado en esa elección; un humilde trabajador de esos que tanto defendía Martín.
 Desazón, rabia, tristeza todo se conjugaba en ese momento de dolor. Hoy transcurridos los años diría que mientras el subía a Dios, todos los que lo queríamos quedamos como siempre por debajo de aquel hombre especial. Un escritor mercedario en un poema para un amigo escribía: Tú en escalas de luz subes al cielo Yo ruedo entre tinieblas al abismo.
Habíamos quedado sin el líder, sin el amigo, sin el ser humano, habíamos caído al abismo mientras el subía y subía porque no era ya para este mundo. El deseo es que nos siga acompañando desde allá arriba y que seamos capaces de entender el por qué y el para qué de su partida; que tomemos su legado, su pensamiento y lo hagamos nuestro y que –repitiéndolo- haga carne en las nuevas generaciones, así como lo sembró él en muchos de nosotros.
¡Hasta cualquier momento Martín!

¡Viva El Partido Nacional!
Uruguay Graña





De Inés de Agrela

¡Cómo no recordar a Martín Sturla!, aquel inolvidable joven, de carácter e ideas fuertes, responsable e incansable.

Fue por el año 1989, que con la motivación de aquella inolvidable figura política y con todo el empuje que una joven pueda tener con apenas 20 años, que me sentí  totalmente orgullosa de ser militante del Partido Nacional.

¡¡¡Recuerdo la legítima satisfacción que sentí , después de aquel  largo día de trabajo en la elección de noviembre, cuando se anunciaba que la lista 31 había sido la más votada!!!

Hasta el día de hoy cierro los ojos y me parece verlo, hablando en la sede de la lista 31, en 18 de Julio y Magallanes; sentir su voz seguida de  los aplausos de quienes lo apoyábamos.

Martín Sturla fue un hombre que luchó por lo que creía justo;  recto en su  proceder, leal, frontal y honesto. Nos enseñó a todos quienes trabajamos en aquella época junto a él, una metodología aplicada con extraordinaria capacidad de trabajo y de servicio.

Hoy, sin ninguna duda, para quienes en alguna medida fuimos parte de esa época y “nacimos” con la política de Martín Sturla,  lo recordamos con muchísimo afecto y lo añoramos hoy en el Partido Nacional. 
Inés de Agrela


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