Por Esteban Jardín
En el ejercicio de la función pública todas las
horas son de máxima responsabilidad. Esa obligación recae en los ciudadanos
electos y en los funcionarios designados por aquellos, sin excepciones y
siempre.
Pero hay momentos en la vida del país en que ese deber
obliga también a la oposición y a la sociedad en su conjunto a compartir la
responsabilidad, con y permanente actitud reflexiva.
En síntesis: más responsabilidad y mayor entrega al
trabajo, con menos palabras.
Ese es, a nuestro juicio, el camino a encarar tras
esta escalada delictiva incontenible y que suma, hora a hora, nuevas víctimas
que encuentran la muerte mientras trabajan, unos protegiendo a la sociedad y
otros desarrollando sus oficios o vocaciones, pero siempre en el marco de la
honradez y la dignidad.
En cambio, lo que se dice o se escribe sin
fundamento alguno, apunta directamente a lo contrario: ahondar en la rispidez
que exhibe la sociedad, que comienza a crisparse con razón y con un riesgoso
errático rumbo, como se vio en la noche del lunes en la Plaza Independencia.
La convocatoria fue a través de las redes sociales
y bajo el compromiso que se invitaba a participar sin banderas partidarias. Así
fue y al llamado centenares de personas, el número no hace a la cosa, se
reunieron espontáneamente y exteriorizaron lo que sentían: indignación,
indefensión, hartazgo ante la inoperancia y un incipiente rechazo a la clase
política, que precisamente estaba allí entre la muchedumbre, con dirigentes de
diferentes sectores partidarios y sociales, sin reivindicar presencia, salvo la
que requería la prensa.
El detonador fueron los últimos alevosos
asesinatos: del trabajador de La Pasiva, del policía que llegaba a su casa en
Cerro Norte, de un ex cronista policial, del guardia de seguridad de un
supermercado…
En el espíritu de los asistentes estaba también
presente las destrucciones de los lugares de reclusión, los funcionarios
corruptos en cárceles, en juzgados y donde cuadre y a cualquier nivel, las
fugas del INAU y la injusticia asistencial del gobierno y lo que se quiera
asociar.
Todo eso sobrevolaba y también había temor en
algunos asistentes ante alguna provocación o algún desborde de quienes ocuparon
la vanguardia de la concentración. Se advertía --en la mayoría- la
inexperiencia en este tipo de movilizaciones y los cánticos evidenciaron la
improvisación al intercalarse los reclamos con las estrofas del Himno Patrio.
La concentración estuvo precedida por desacertados
comentarios del presidente Mujica y de su esposa, la senadora Topolansky. Esta,
responsabilizó de la ola de violencia a la pasta base que se introdujo al país
con el gobierno de Jorge Batlle.
Si fuera así, tiempo hubo para eliminarla, pero
siempre es más fácil responsabilizar a terceros que a hacer autocrítica.
Entretanto, Mujica al retirarse el mismo lunes de
una conferencia de prensa que convocó para referirse a la situación de la
Armada, deslizó ante cronistas el desacertado “chusmeteo” de que la rapiña a La
Pasiva de La Blanqueada no habría sido tal. Algunos medios dijeron entonces que
se trataría de “un ajuste de cuentas”.
Ningún crimen impune merece ese sórdido comentario,
pero éste del trabajador gastronómico menos que ninguno. Esa ha sido una
alfombra que tapa cualquier polvo y que comenzó a utilizarse -cada vez con más
frecuencia- cuando no se sabe o no se quiere investigar.
A todo esto el ministro Bonomi, horas después de la
concentración donde se le calificó de “inepto” y de ser “el culpable de esto”,
cuestionó la legitimidad de la movilización y se puso el sayo del cántico que
reclamaba “que se vayan”, diciendo que el presidente era quien podía decirle
que se fuera. En la realidad también la conciencia dice -a veces- “esta
camiseta me queda grande”.
Señores, ¡bajen un cambio, llámense a silencio,
pónganse a trabajar, respeten los derechos ajenos y asuman la responsabilidad
que les impone el momento: ejerzan autoridad y hagan algo, pero por favor hagan
algo que no sea hablar y lanzar “bolazos”.
Todo parece indicar que estamos en el punto de
inflexión en el que “el viento a favor y la bajadita” ya no acompañan la
gestión del gobierno frenteamplista.
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