De Esteban Jardín
La senadora Lucía Topolansky, convertida
ahora en portavoz del gobierno además de ser la esposa del primer mandatario y
la primera senadora del Frente Amplio, devino en los últimos tiempos -por sus
comentarios- en una máquina de largar
“bolazos”, según califica el propio Mujica a los diretes que carecen de fundamento
y generan inquietud en la ciudadanía.
En este caso, ¿Son bolazos o es la
exteriorización de su autoritarismo?
El propio Julio Marenales, en declaraciones
al diario Ultimas Noticias, desechó una eventual candidatura presidencial de
Topolansky y se inclinó por Astori, que
según dijo, es quien gobierna en la actualidad, como si la función de gobernar
se limitara a vigilar el cobro de tributos y pagar el presupuesto.
El histórico Tupa reveló su postura antes
que la “primera dama” le dijera a la agencia noticiosa argentina TÉLAM que
quería unas FFAA “fieles al proyecto político” del Frente Amplio. Nadie como
Marenales y como el propio ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro,
saben los puntos que calza la vieja compañera de la guerrilla que atentó contra
el sistema democrático uruguayo.
Y precisamente la institución Ministerio de
Defensa, a instancia de los mandos de las FFAA, le marcó la cancha a la locuaz
legisladora.
De inmediato también el sistema político se
erizó por lo que pretende el MPP de las FFAA y -tras ello- el debate político se instaló en
el Parlamento, ámbito natural de discusión
en una democracia, que parece estar jaqueada por los fracasados golpistas,
derrotados hace 40 años por quienes defendieron las instituciones.
Corresponde también involucrar aquí al MPP,
sector mayoritario del Frente Amplio, hasta que la dirección de ese grupo no salga
a fijar una posición contraria a estos temerarios dichos.
¿En qué momento coyuntural cae este
pronunciamiento de la portavoz del gobierno?
Precisamente Topolansky lo hace cuando el
Poder Ejecutivo se ve embretado -después de 15 meses de inoperancia- a reglamentar
la Ley 18717, que habilita a los militares a controlar las cárceles, sumidas estas
en la peor crisis por falta de responsabilidad de mando.
Cada jerarca policial implicado en el
sistema salió con su propio “bolazo”,
llegando alguno a declarar que eran militares quienes arrojaban drogas a través
de los alambrados perimetrales de las cárceles y botellas con alcohol.
Corresponde hacer un paréntesis para preguntarle
públicamente al ministro del Interior,
en qué juzgado están radicadas esas denuncias, y si no se hizo, por qué lo
permitió.
A todo esto lo único que le preocupa al
titular de la cartera es aclarar a diestra y siniestra que “tiene todo el respaldo del presidente
Mujica”.
Éste, en su semanal parodia radial en la
que acumula diatribas propias de un filósofo de estaño de los años 40, anuncia
que está reglamentando lo que él mismo, una semana atrás, se responsabilizó de
no mandar a hacerlo por 15 meses.
Mientras la
máquina de “bolazos” marcha en su máxima productividad, día a día
aparecen por arte de magia y según lo dijo el propio Comisionado
Parlamentario, más “cortes carcelarios”
y armas de fuego de cualquier calibre.
Ante este panorama, donde con claridad se
puede ver la sorda guerra desatada por quién “controla” al narcotráfico que
opera en el país y por ende en las cárceles, Mujica quiere convencer a la
ciudadanía que la inmensa mayoría de los que están presos lo están por
“chotos”.
Eso no lo cree ni él mismo.
A la hora de responderle a Mujica con una
frase digna de un comentario de este tenor, cada uno íntimamente debe auto limitarse,
por el respeto que a todo el país le debe merecer esa institución que se llama
Presidencia de la República, ocupe quien ocupe su titularidad.
Lo único que cabe entonces es aplicar la sentencia
que le dedicó al presidente de Venezuela el rey de España : ¡por qué no se
calla! -y agregamos- ¡hace callar a
quienes le rodean!.
Todos los involucrados, que cobran su
salario a costillas del pueblo, lo deben hacer por trabajar y no por abrir la
boca.
Esteban Jardín
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